domingo, 15 de marzo de 2015

RETRATO EN SANGRE de John Katzenbach.


RETRATO EN SANGRE de John Katzenbach.

2006. Thriller. P: 7/10.


Sinopsis: No era un viaje normal por carretera…

Miami, Nueva Orleans, Kansas City, Omaha, Chicago, Cleveland. Un hombre, una mujer, un coche y una cámara fotográfica. Él secuestra, mata y después fotografía a sus víctimas. Ella escribe sobre lo ocurrido y se asegura de que ha plasmado correctamente la historia, porque sabe que él lo revisa todo.

La detective Mercedes Barren tiene motivos para perseguirlo: su sobrina fue una víctima. Y también el psiquiatra Martin Jeffers, especialista en delitos sexuales. Una odisea. Una expedición. Una pesadilla que se adentra en el día siguiente… con Retrato en sangre. La detective Mercedes Barren acaba de sufrir un duro golpe: su sobrina ha aparecido asesinada. Parece que el culpable es un asesino en serie al que se le conoce como “el asesino del campus”. La detective no parará hasta descubrir quién se esconde tras esos asesinatos.

Al mismo tiempo un hombre inicia un viaje acompañado de su cámara fotográfica y de una chica a la que acaba de secuestrar. Él irá cometiendo asesinatos y fotografiará a sus víctimas. Ella se dedicará a escribirlo todo realizando así una biografía de la muerte.

Comentario: Con un impactante comienzo como ya se esperaba, John Katzenbach te mantiene en tensión durante toda la novela. Capítulo a capítulo va desenredando la mente del asesino y la del resto de los personajes. No llega al nivel de “El psicoanalista” o “La historia del loco” pero se acerca bastante; si mantiene el alto nivel, en cambio, de "Al calor del verano".

Ésta fue la cuarta novela que leí de este autor, después de El psicoanalista, 2002”, La historia del loco, 2004 y "Al calor del verano, 1982".

Es una novela de unas quinientas páginas pero que no se hace en absoluto larga. De hecho, al final, te quedas con ganas de saber más. Creo que el autor es un maestro a la hora de dosificar los momentos clave de la trama, de forma que se te hace muy difícil posponer la lectura para otro momento al final de cada capítulo.

El pasado de los personajes marcará sus destinos y el viaje que protagonizan se convierte en una inquietante persecución de la que solo al final conoceremos el resultado.

Para mí lo mejor de la novela es el asesino: su pasado, sus miedos, sus frustraciones, su fuerza… Por el contrario no me ha acabado de convencer el personaje femenino principal, la detective Barren. Es una mujer que está completamente obsesionada por el asesino y que se olvida de todas las normas que debe cumplir como policía por un hecho que le afecta en el plano personal.

En general es una novela policíaca que engancha hasta la última página, con un final que no deja de sorprender. Me atrapó de principio a fin pero está en particular creo que le faltó un poco más al final...
Sobre este personaje, repugnante y fuerte, el autor de El psicoanalista construye una intriga a modo de un largo viaje, de una escapada frenética, sembrada de asesinatos en serie, que nos llevará desde Miami a Claveland, de Kansas City a Chicago en un perpetuo sobresalto.

Una novela larga, bien construida, con uno de esos finales llenos de simbolismo que le gustan a Katzenbach y considerables dosis de tensión manteniendo el interés de los sucesivos capítulos.

"De modo que ya ves en qué me he convertido --le confesará Jeffers, el criminal, a uno de sus cómplices--. Me he vuelto un experto. Ya estaba listo para ser un asesino. No un imbécil con suerte que consigue irse de rositas tras asesinar por casualidad a una prostituta, sino una auténtica máquina de matar, calculadora y profesional. Pero no un sicario que recibe órdenes de algún mafioso de los bajos fondos o de un narcotraficante colombiano, sino un asesino que trabaja exclusivamente para sí mismo. Eso es lo que soy".

"A la mayoría de los asesinos --reflexiona Jeffers frente a una de sus cautivas, a la que le obliga a transcribir sus pensamientos, con idea de legarlos para la eternidad--, los cogen porque, en su arrogancia, en su necesidad, ponen su firma en el crimen. Para mí, lo importante es el acto en sí, no la firma al pie del cuadro. Así que, para asesinar, me transformo en otra persona. Me meto en la cabeza de esa otra persona. Hago uso de los detalles que conozco y de los que puedo conjeturar, y creo mi propia obra perfecta. Llego. Mato. Me voy. Y nadie, salvo yo mismo, se da cuenta de nada".

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