100 años
cumple el más famoso borriquillo de la historia: Platero.
Platero y yo
de Juan Ramón Jiménez.
En breves
capítulos, el poeta, en diálogo con Platero unas veces, en su compañía otras,
va captando la belleza de la realidad
exterior por un lado; por otro, la belleza de la relación entre el hombre y su
amigo Platero.
En plena
época modernista, Juan Ramón Jiménez supo crear, con un lenguaje exquisito y a
la vez sencillo, lleno de hermosas metáforas y de elementos visuales, un mundo
de relaciones con las cosas más cotidianas y diminutas para realzar sus valores
más mínimos. Y, en medio de ese diálogo entre el poeta y el mundo, convierte a
Platero en figura mítica de delicadeza y sensualidad pura.
La primera
edición se publicó en 1914 (Ediciones de la lectura), y en 1917 se publicó la
edición completa, compuesta por 138 capítulos (Editorial Calleja, Madrid).
Quedaba claro que Platero era un texto adulto, aunque por su sencillez y
transparencia se adecuara perfectamente a la imaginación y al gusto de los
niños. Algunos capítulos encerraban una cierta crítica social, revelando una
dimensión del autor que muchos tardaron en advertir. El propio Juan Ramón
Jiménez, en un «prologuillo» a la edición aclaraba: «Yo nunca he escrito ni
escribiré nada para niños, porque creo que el niño puede leer los libros que
lee el hombre, con determinadas excepciones que a todos se le ocurren».
Empieza en
esas inmortales frase:
"Platero es
pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que
no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos
escarabajos de cristal negro. Lo dejo suelto y se va al prado y acaricia
tibiamente, rozándolas apenas, las florecillas rosas, celestes y gualdas... Lo
llamo dulcemente: ¿Platero?, y viene a mí con un trotecillo alegre, que parece
que se ríe, en no sé qué cascabeleo ideal..."
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